«La meditación es un vehículo para el autoconocimiento, que permite observar las pautas condicionadas y desidentificarnos de ellas»
Jhon Welwodd 

 

¿Qué es la meditación?

Lo que llamamos meditación, tiene que ver con el despertar de la atención plena, y con aprender a observar de una manera neutra, sin quedar involucrado con lo que se observa, tomando distancia interna y vivenciando el Aquí y el Ahora, el Presente.
Para ello, la práctica se hace mediante el silencio interno, desde el cual poder ser testigos de la corriente de pensamientos, sensaciones, sentimientos que se despliegan en nuestro mundo interno.

«Queremos enseñar que la meditación no es dejar la mente en blanco, sino aprender a ver y a vivir con las cosas tal como son».
Jon Kabat-Zinn

 

¿Cuáles son los beneficios de la meditación?

Meditar tiene muchísimos beneficios, algunos de ellos son:

  • Mejora de la salud física y emocional.
  • Reduce el nivel de ansiedad, ayudando a estar más sereno y conectar con la paz profunda que en realidad somos.
  • Alivia los procesos de duelo y resolución progresiva de los mismos.
  • Disuelve rencores y viejas heridas anidadas en el subconsciente con toda la carga de negatividad que ello supone.
  • Favorece el desapego y relativiza los extremos de la personalidad.
  • Favorece la maduración emocional de la persona y expande la autoconciencia.
  • Aumenta la lucidez mental, despertando la creatividad y el autodescubrimiento.
  • Permite aflorar el amor universal expresado en perdón, respeto y compasión a todos los seres vivos.
  •  Desidentifica la conciencia profunda del que en realidad observa, del personaje o máscara creada por el ego y que constituye la cara más relevante de nuestra personalidad.
  • Aumenta la concentración y la sensibilidad en la vida cotidiana, permitiendo un mayor disfrute de los detalles pequeños.

¿En qué se diferencia la meditación transpersonal de otras meditaciones?

Todas las prácticas meditativas tienen un punto de unión común: la íntima vivencia de expansión de conciencia y experiencia de totalidad a la que todas conducen.
Los caminos para llegar a esta vivencia, es decir, a este estado de conciencia que trasciende la mente pensante, son variados, y dependiendo de las culturas se pone el acento en unos aspectos o en otros.

La meditación transpersonal es de una enorme sencillez y, aunque integra algunos aspectos claves de la práctica Zen, desarrolla fundamentalmente la atención a 3 puntos:

1- La postura.
2- La respiración.
3- La actitud.

¿Qué hacemos mientras permanecemos en silencio?

Observar y observar. Una observación de sensaciones, emociones y pensamientos que pasan por la corriente de consciencia. Una observación desde el punto más elevado de nuestra percepción, que conlleva absoluta neutralidad, es decir ningún intento deliberado de preferir, comparar, rechazar ningún contenido interno… tan solo atestiguar. El sujeto puede proceder a centrar su mirada externa de forma abierta y panorámica, o en la llama de la vela, en este caso permaneciendo presente en dicha llama y centrando su enfoque de manera que no haya despiste ni dispersión. Puede asimismo, optar por enfocar su atención en el proceso respiratorio, es decir, vivenciar conscientemente la toma de aire y la correspondiente exhalación, “sintiendo” las sensaciones del abdomen y del pecho así como la de las fosas nasales, al tiempo que se mantiene plenamente presente y neutro durante todo el proceso respiratorio. También se puede ejercitar una observación abierta y panorámica centrada en la corriente mental, de forma que cada pensamiento que aparece sea atestiguado con total atención, una manera de disolver las asociaciones de ideas automatizadas que atrapan al meditador en el mundo de la mente pensante. Es decir, en sus recuerdos y anticipaciones, en las ideas asociadas “en automático” que le distancian del verdadero objetivo que subyace en esta excelente gimnasia. Objetivo que consiste en mantener la presencia en el “ahora” tenemos pensamientos pero no somos nuestros pensamientos. Este supuesto suele ser representado con la metáfora de un observador sentado ante un río (el río de su mente) que atestigua cada tronco que pasa flotando. De la misma forma que pasan los troncos, los pensamientos también pasan y se alejan, confirmando la impermanente naturaleza del pensamiento.

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